martes, 28 de agosto de 2007

Ciorán, "Breviario de los vencidos"


El tedio parisiense, meridional y balcánico…El tiempo enmohecido sobre las casa, sobre las fachadas que la historia ha salpicado de hollín… Venecia es reconfortante comparada con la cautivadora desesperanza de las calles disolventes de París. Paso por ellas y todas las congojas que provocan las vacilaciones de la fortuna se me antojan sutiles vaivenes, timbres de gloria que me hacen ir codo a codo con la ciudad cansada. ¿En qué creer aquí? ¿En los hombres? Pero si ellos fueron. ¿En los ideales? Después de tantos, implicaría carecer de estilo. Reposo, entonces, en las fatigas de Francia y me elevo hasta el prestigioso hastío de su corazón. (...) Cuando tarde ya, purificado de suspiros nocturnos, das vueltas y más vueltas sin esperanzas y sin desilusiones alrededor de la iglesia de Saint-Severin, de Saint-Etienne-du-Mont o te pasas las horas en la plaza de Saint-Sulpice, esperando una mañana que no deseas, la ciudad despoblada se eleva contigo hacia las inmensas inutilidades del silencio. ¿Sabrás tú hasta dónde la hiedra que flota diseminada allí donde el Sena refleja Notre-Dame, se ha reflejado en ti? A menudo he descendido con ella en el ahogar virtual de sus sinuosidades melancólicas. (...) ¡Maldito rincón del mundo, tu infamia hace reír al tiempo con una mueca burlona y tu desdicha no ha enternecido a ningún corazón delicado deseoso de fúnebres encantos! Visto desde los Balcanes, el universo es un arrabal por el que callejean mujerzuelas sifilíticas y zíngaros asesinos.


jueves, 23 de agosto de 2007

'El otro mes me nivelo', Julio Ramón Ribeyro

-¡Vamos, cholo, éntrale!- gritaron sus secuaces.
Gálvez balanceó los hombros, hizo algunas fintas con su ancha cintura y estirando de pronto un brazó trató de coger una pierna de Alberto, que aprovechó el momento para levantar el otro pie y darle un puntazo en el cuello. En el instante en que Gálvez se cubría, Alberto saltó y sus dos pies martillearon la cara del cholo. Insistió una tercera vez, pero a la cuarta el cholo se agachó y Alberto pasó sobre su cabeza y cayó de cuclillas dentrás de él. Cuando se enderezaba, ya Gálvez había volteado y su puño cerrado le sacudía la cabeza, mientras su pierna izquierda, elevándose, rasgaba el aire buscando su pelvis. Alberto bloqueó el golpe con la rodilla y se alejó para tomar distancia, pero ya el cholo estaba lanzado y lo atenazó de la cintura. Alberto retrocedió sobre sus talones, impidiendo que el cholo pudiera asentarse y levantarlo en vilo, rompió con la espalda el círculo de mirones, siempre con Gálvez prendido de su cintura, que se esforzaba por contenerlos, trastabillaba, hasta que al fin Alberto se detuvo en seco y levantando la rodilla golpeó al cholo en la mandíbula y cuanto éste aflojaba la presión de sus brazos le dio un puñetazo en la nuca y al abandonar su tenaza lo remató con una patada en el estómago.
Gálvez cayó de culo. Parecía un poco mareado. Alberto estuvo a punto de enviarle un puntapié en la cara, pero ya la collera del cholo elevaba la voz, recordando las reglas que no se podían infringir.

lunes, 20 de agosto de 2007

Alejo Carpentier, "La consagración de la primavera"

"Por suerte, hay otra América: la que tú ignoras, como buena europea. Porque, después de pasar varios años en Europa, me he convencido de que, para la gente de acá, América Latina es algo que escapa a toda una escala de cómodas nociones. Es un mundo que rompe con sus viejos cálculos. Por ello, prefiere ignorarlo".- "No me dirá usted que los españoles..."-"Es distinto. Son los parientes que se quedaron en casa. Pero aún así, demasiado insisten algunos en hacernos reverenciar una 'Madre Patria' que, como tal, tiene sus altibajos. Porque, como madre puede quererse, si se llama Mariana Pineda; no, si se trata de Doña Perfecta. Madre, si se casa con Don Quijote o Pedro Crespo; no, si se me abre de piernas a cualquier General Centellas... Pero tú, seguramente, nunca has oído hablar de Pedro Crespo ni de Doña Perfecta"... Protesto, recordándole que en Benicassim me espera un hombre que a fondo conoce la literatura española y me enseñó a amarla. -"Cierto. Perdón. Pero lo que no te dijeron es que, hoy, el chileno, el venezolano, el mexicano, el argentino, muy poco se acuerdan de que fueron españoles en épocas pasadas". -"¿Y por qué está usted aquí, entonces?"-"¡Ay, divina inocencia! Estoy aquí porque hay españoles que pelean por algo que me liga, a mí, habanero de dos generaciones, más cubano que nadie, con los hombres del Quinto Regimiento- esos que tienen detenidos a los moros de Franco en las puertas de Madrid...

miércoles, 15 de agosto de 2007

Carlos Fuentes, "Terra Nostra" [II]

Del cielo descendió la Cábala, traída por los ángeles, para enseñarle al primer hombre, culpable de desobediencia, los medios de reconquistar su nobleza y felicidad primeras. Primero, amarás al Eterno, tu Dios. Es el Anciano entre los ancianos, el Misterio entre los misterios, el Desconocido entre los desconocidos. Antes de crear forma alguna en este mundo, estaba solo, sin forma, sin parecido con nada. ¿Quién podría concebirle como era entonces, antes de la creación, puesto que carecía de forma? Antes de que el Anciano entre los ancianos, el más Escondido entre las cosas escondidas, hubiese preparado las formas de los reyes y las primeras diademas, no había ni límite, ni fin. Así, se dispuso a esculpir esas formas y a trazarlas en imitación de su propia sustancia. Extendió delante de sí un velo y sobre ese velo diseñó a los reyes, les dios sus límites y sus formas, pero no pudieron subsistir. Dios no habitaba entre ellos; Dios no se mostraba aún bajo una forma que le permitiese permanecer presente en medio de la creación, y así, perpetuarla. Los viejos mundos fueron destruidos; mundos informes que llamamos centellas. La creación había fracasado, por ser obra de Dios y permanecer Dios ausente de ella. Así, Dios supo que Él mismo era responsable de la caída y por tanto debería serlo de la redención, pues ambas ocurrían dentro del círculo de los atributos divinos.
Y Dios lloró, diciendo:
-Soy el más Viejo entre los viejos. No existe nadie que me conociese joven.

lunes, 13 de agosto de 2007

William Faulkner, "The Sound and the Fury"

When the shadow of the sash appeared on the curtains it was between seven and eight oclock and then I was in time again, hearing the watch. It was Grandfather's and when Father gave it to me he said I give you the mausoleum of all hope and desire; it's rather excruciating-ly apt that you will use it to gain the reducto absurdum of all human experience which can fit your individual needs no better than it fitted his or his father's. I give it to you not that you may remember time, but that you might forget it now and then for a moment and not spend all your breath trying to conquer it. Because no battle is ever won he said. They are not even fought. The field only reveals to man his own folly and despair, and victory is an illusion of philosophers and fools. It was propped against the collar box and I lay listening to it. Hearing it, that is. I don't suppose anybody ever deliberately listens to a watch or a clock. You dont have to. You can be oblivious to the sound for a long while, then in a second of ticking it can create in the mind unbroken the long diminishing parade of time you didn't hear.

sábado, 11 de agosto de 2007

Edgar Allan Poe, "The Fall of the House of Usher"


During the whole of a dull, dark, and soundless day in the autumn of the year, when the clouds hung oppressively low in the heavens, I had been passing alone, on horseback, through a singularly dreary tract of country; and at length found myself, as the shades of the evening drew on, within view of the melancholy House of Usher. I know not how it was — but, with the first glimpse of the building, a sense of insufferable gloom pervaded my spirit. I say insufferable; for the feeling was unrelieved by any of that half-pleasurable, because poetic, sentiment, with which the mind usually receives even the sternest natural images of the desolate or terrible. I looked upon the scene before me — upon the mere house, and the simple landscape features of the domain — upon the bleak walls — upon the vacant eye-like windows — upon a few rank sedges — and upon a few white trunks of decayed trees — with an utter depression of soul which I can compare to no earthly sensation more properly than to the after-dream of the reveller upon opium — the bitter lapse into everyday life — the hideous dropping off of the veil. There was an iciness, a sinking, a sickening of the heart — an unredeemed dreariness of thought which no goading of the imagination could torture into aught of the sublime. What was it — I paused to think — what was it that so unnerved me in the contemplation of the House of Usher?

viernes, 10 de agosto de 2007

Roland Barthes, "Fragmentos de un discurso amoroso"


Me instalo solo, en un café: vienen a saludarme; me siento rodeado, solicitado, halagado. Pero el otro está ausente; lo convoco en mí mismo para que me retenga al margen de esta complacencia mundana, que me acecha. Apelo así a su “verdad” (la verdad de la que él me da la sensación) contra la histeria de seducción en la que siento deslizarme. Hago responsable a la ausencia del otro de mi mundanidad: invoco su protección, su regreso: que el otro aparezca, que me retire, como una madre que viene a buscar a su hijo, del brillo mundanal, de la infatuación social, que me restituya ‘la intimidad religiosa, la gravedad’ del mundo amoroso.

jueves, 9 de agosto de 2007

Carlos Fuentes, "Terra Nostra"


-Todos los buenos latinoamericanos vienen a morir a París.
Quizás tenía razón. Quizás París era el punto exacto del equilibrio moral, sexual e intelectual entre los dos mundos que nos desgarraron: el germánico y el mediterráneo, el norte y el sur, el anglosajón y el latino. (...) Estás en París, la noche del 31 de diciembre de 1999. Pasaste un día frente al monumento a Jacques Monod, cercano a la estatua de Balzac por Rodin, en el Boulevard Raspail. El azar, capturado por la invariabilidad, se convierte en necesidad. Pero el azar solo, y sólo el azar, es la fuente de toda creación. El azar puro, libertad absoluta pero ciega, es la raíz misma del prodigioso edificio de la evolución. Sin la intervención de este azar creador, todo y todos estaríamos petrificados, conservados como duraznos en lata.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Conde de Lautréamont, "Cantos de Maldoror"

Plazca al cielo que el lector, envalentonado y por un instante feroz como lo que lee, encuentre sin desorientarse su camino abrupto y salvaje a través de las ciénagas desoladas de estas páginas sombrías y repletas de ponzoña; pues, a menos que no aporte a su lectura una lógica rigurosa y una tensión espiritual similar como mínimo a su desconfianza, las emanaciones mortales de este libro embeberán su alma como el agua al azúcar. No es bueno que todo el mundo lea estas páginas que siguen; sólo algunos saborearán este fruto amargo sin peligro. Por consiguiente, alma tímida, antes de adentrarte en semejantes landas inexploradas, escucha bien lo que te digo: dirige tus talones hacia atrás y no hacia adelante, como los ojos de un hijo que evita respetuosamente la contemplación augusta del rostro materno; o, mejor, como el lejano ángulo que forman las temblorosas y meditabundas grullas durante el invierno al volar enérgicamente rasgando el silencio, a toda vela, hacia un punto determinado del horizonte, donde nacie un viento extraño y fuerte, preludio de tempestades.
(Traducción de Ana Alonso)