Josefés nos atestigua que las semblanzas de las ínsulas se transformaban por las distintas aventuras que allí sucedían por el placer de Dios. A los caballeros no les gustaba tanto la búsqueda de aventuras si no las encontraban diferentes, pues si habían entrado en un bosque o en una ínsula donde habían encontrado aventura y volvían otra vez, entonces encontraban fortalezas, castillos y aventuras de otras formas, de modo que no les pesaba el esfuerzo ni el sufrimiento, y porque Dios quería que la tierra se adecuara a la Nueva Ley. Eran los caballeros del mundo que más trabajo tenían para encontrar aventuras y para mantener lo que habían acordado, y de ninguna corte de ningún rey del mundo salieron tan buenos caballeros como los que salían de la corte del rey Artús. Si Dios no los hubiera amado tanto, no habrían podido soportar tantos esfuerzos y sufrimientos como los que aguantaban cada día. Y nadie se debe maravillar si realizaban tantas proezas ni tantas buenas caballerías, pues la mayor parte eran buenos caballeros. No se trataba tan sólo de combatir, sino que eran muy leales y auténticos, y creían firmemente en Dios y en su dulce Madre, temían la vergüenza y amaban el honor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario